Aquí el libro adivina quien soy esta noche pdf gratis por Megan Maxwell
En este libro Yanira y Dylan se trasladan a Los Ángeles para organizar todos los preparativos de su boda. Allí las cosas se complican cuando una ex amante de él pierde los papeles y eso casi le cuesta la vida a la joven. Una vez recuperada, se casan y comienzan una vida pletórica y feliz.
Ambos son dos fieras del sexo. Les gusta el morbo, la fantasía y experimentar cosas nuevas. Juntos inventan un juego llamado «Adivina quién soy esta noche», plagado de lujuria, posesión y sensaciones donde los límites los ponen ellos mismos.
Todo marcha a las mil maravillas, hasta que Yanira regresa a los escenarios. Lo que para ella es un sueño hecho realidad, para Dylan será el punto de partida de muchos problemas, desconfianzas, celos y rupturas que se multiplicarán con el malmeter de la prensa.
Yanira y Dylan no podrán evitar que sus vidas se descontrolen de una manera que ninguno de ellos pudo nunca imaginar.
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Adelanto del libro
El sonido del silencio es intimidador. El chirrido de las ruedas aún me angustia. ¡Estoy viva! ¡Viva! Oigo la voz de Dylan. Quiero contestar.
Siento sus pasos rápidos acercándose, pero estoy paralizada de miedo, tirada en la calle y apenas puedo respirar. Tiemblo y mis ojos se encuentran con los de Tifany, la mujer de Omar. Está en el suelo a mi lado. Nos miramos. Ambas respiramos con dificultad, pero estamos vivas. —Cuqui, ¿estás bien? —pregunta ella con un hilo de voz. Asiento sin poder despegar los labios, pero su pregunta hace que todo regrese a mi mente. El coche acercándose a toda velocidad.
El miedo. La mano de Tifany tirando de mí. Cómo las dos caemos con brusquedad tras el coche de Omar. Un frenazo increíble y luego silencio.
Pero ese silencio se rompe de golpe para plagarse de gritos. Chillidos aterrorizados. Omar se agacha con gesto descompuesto e, instantes después, la voz de Dylan llega hasta nosotras diciendo: —¡No las muevas, Omar! Llama a una ambulancia. Pero yo me muevo.
Me pongo boca arriba y suelto un gemido. Me duele el hombro. ¡Joder, cómo me duele! Mis ojos se encuentran con los de mi amor, que, con el rostro desencajado, se inclina sobre mí y, sin apenas tocarme para no moverme, murmura desesperado: —Yanira, Dios mío, cariño… ¿Estás bien?