Aquí el libro yo soy eric zimmerman vol 2 pdf gratis por Megan Maxwell
En este segundo libro Me llamo Eric Zimmerman y soy un poderoso empresario alemán. Me caracterizo por ser un hombre frío e impersonal, que disfruta del sexo sin amor y sin compromiso.
En uno de mis viajes a España para visitar una de mis delegaciones conocí a una joven llamada Judith Flores. Ella me hizo reír, me hizo cantar, me hizo incluso bailar, y yo no estaba acostumbrado a eso. Cuando me di cuenta de que sentía más de lo que debía, me alejé de ella, pero regresé, pues esa mujer me atraía como un imán.
A partir de ese momento comenzamos una relación plagada de fantasía y erotismo, en la que disfruté enseñando a Judith a gozar del sexo de una manera que ella nunca había imaginado. Y tú, ¿te atreves a descubrir el lado sumiso, dominante y voyeur que todos llevamos dentro?
Descargar yo soy eric zimmerman vol 2 pdf gratis
Adelanto del libro
El sol me achicharra… Estoy rojo como un cangrejo… Hace un calor de mil demonios… Y la jodida arena, que se me mete por todos lados… Pero observar cómo toma el sol mi preciosa mujer, Judith, es lo mejor del mundo. Llevamos unos días de luna de miel en Tulum, México, y lo estamos pasando
fenomenal.
Disfrutamos el uno del otro, nos bañamos en la playa, nos hacemos el amor con pasión y locura y, bueno, también aprovecho ciertos momentos para atender temas de Müller, mi empresa. Cuando regreso al hotel tras una reunión, en la que he estado inquieto por no tener al lado a mi Jud, encargo en recepción que lleven algo a nuestra suite, y después, acalorado, me dirijo al bar que hay frente al mar. Allí, busco a mi mujercita con la mirada y, una vez que la encuentro tumbada sobre una bonita hamaca, me pido una cerveza. Estoy sediento.
Ella, que no sabe que la observo, toma el sol con sus auriculares puestos. Está preciosa, tentadora, y sonrío al ver cómo mueve los pies al compás de la música que escucha. Como ella dice, la música amansa a las fieras, y la fiera de mi niña está tranquila. Parapetado bajo el techado del local para que el sol no lastime más mi maldita piel blanca, sigo observando a mi morenita. Con placer, gusto y excitación, miro a la mujer que ha conseguido, sin proponérselo, que un hombre como yo pase por la vicaría y, por ella, sólo por ella, volvería a hacerlo mil veces más. Soy un hombre casado.
Ella ha conseguido lo impensable en mí. No me lo puedo creer, pero sonrío como un idiota al ver el anillo que Judith colocó en mi dedo y que, de pronto, es todo mi mundo.